EL FERROCARRIL SUBTERRÁNEO (Colson Whithead) (07/05/2018)
Sesión atípica pero
maravillosa. Nos juntamos este grupo de locos en la Feria del libro para que el
escritor Pedro Mairal, recién llegado de su Argentina natal, nos firmara
nuestros libros y pudiéramos escucharlo en una mesa posterior. Buen
conversador, nos contó lo que imaginábamos, que La Uruguaya tiene mucho mucho
de autobiográfico, por no decir todo, ¡Vamos que hasta el ukelele es real!. Ante
tanta sinceridad, decidimos mandarle el comentario de nuestro blog sobre su
novela por correo electrónico e irnos a tomar unas birras para completar la
noche mágica y hablar, como no, de “El ferrocarril subterráneo”.
No salió excesivamente bien
parada la obra de Colson Whitehead. Literariamente no aportaba mucho, por no
decir nada, aunque hay que darle el beneficio de la traducción, por si acaso. La
trama es interesante, dándole una vuelta más a los últimos coletazos de la
esclavitud en el sur norteamericano, siguiendo la tradición de otras obras y
películas como Raíces, El color púrpura o 12 años de esclavitud. El autor
afroamericano, o sea de color… negro, que es un color hermoso, más intenso y
oscuro que el de los euroamericanos, insiste en el seguimiento narrativo, muy
manido ya, de una saga de mujeres, comenzando por la abuela, llevada en
esclavitud desde África, hasta la nieta, Cora, protagonista principal de la
novela, pasando por la escurridiza Mabel, madre de esta criatura.
El autor utiliza el
argumento de un tren subterráneo inventado, para llevarnos por las realidades
de la esclavitud en los distintos Estados del sur. Faltan en la obra emociones
amorosas, se impone la supervivencia de los buenos, aparece el malo malo de
verdad, el dueño de la plantación, el temido y temible Terrance Randall, peor
sin duda que los hermanos Malasombra, y Cora dice: “no quiero chico malo, no,
no, no” y emprende la huida hacia todos lados y hacia ninguno. Pero había otro
chico malo (no, no, no), Ridgeway, no tanto como el anterior porque lo hace por
un convencimiento equivocado y absurdo aunque sin la extrema maldad de
Terrance, pero que ha sido tela de pesado siguiéndola por todo el país para
darle emoción a la novela… y hasta aquí puedo leerles, no vaya a ser que me
cargue el final de los que no la hayan leído.
Ricardo Ferreiro
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